#3: “El salón de música la escuchó llorar”

Yo empecé el jardín de infantes a los 4 años. Igual eso tiene una explicación un tanto rara. Entré en una salita de 3, teniendo 4 años. El colegio era muy chiquito, se había abierto ese año o el año anterior, no recuerdo con exactitud. Así que frente a la amabilidad de las “seños” y lo cálido que era el lugar empecé ahí (el preescolar lo hice en el colegio donde seguí toda la primaria y la secundaria, pero ese es otro tema, que quizás les hable en otro momento).

El colegio se llamaba “Tierra del Sur” y éramos un grupito muy chiquito. Todavía me acuerdo de algún que otro nombre: Verónica, Maria Sol, Guido, Ernesto y hasta acá llegué. La maestra se llamaba Mónica y la directora Nancy.

Con María Sol hacíamos alguna que otra travesura, mas que nada porque ella me incitaba a hacerlas. Ella era la típica nena que siempre terminaba en la dirección, se portaba mal, no le gustaba participar en clase. Yo era totalmente lo contrario.

Un día de mucho frío, fuimos al recreo y una nenita llamada Adriana de una salita mas chica me agarró el brazo y me pellizcó (creo que también me mordió, pero no quiero exagerar cuando mi memoria está un tanto frágil). Yo súper perfil bajo no quise decirle nada a las maestras, pero Maria Sol lo había visto todo, así que frente a la situación me propuso hacerle una maldad a modo de venganza. Yo no quería saber nada, encima ya había que volver al aula, así que aprovechando que todos estaban entrando en la salita, la agarramos a Adriana de los pelos, la metimos en el salón de música y la encerramos con llave (obviamente dejamos la llave puesta del lado de afuera, tanta maldad no teníamos). Se sentía que la nena lloraba, así que salimos corriendo y nos metimos en la sala riéndonos como si nada.

Hoy por hoy no recuerdo mucho mas, no sé si liberaron a la nena, no sé si la retaron a María Sol (la autora intelectual del acto) o si Adrianita confesó algo al respecto y a mi me castigaron en casa. 

Realmente, lo único que me importa saber es si esa nena (hoy adulta) está haciendo algún tipo de terapia para afrontar la claustrofobia que seguro debe tener por aquella “travesura” que me mandé en 1990. Perdoname Adrianita, pero me dolió tu pellizco.