miércoles, 3 de agosto de 2011

#5: "Mis amigos imaginarios"

De muy chica tuve comportamientos extraños. Creo que todo se debe a ser hija única y no tener con quien jugar en los momentos libres.  
A los siete años tuve amigas adultas, un novio de veinticinco, una amiga muerta y un funeral. Una exquisita combinación de sabores y texturas para todos los gustos.
Volviendo a mi "problemita", aún recuerdo las hermosas tardes junto a mis amigas. La idea era hacerlo a solas, sin que nadie se enterara (siempre precavida, por las dudas que en casa alguien se asustara), solía encerrarme en la habitación y compartir charlas durante horas. Me creaba historias, me vestía para la ocasión y el mundo imaginario empezaba a girar.
Mi habitación era la casa, convivíamos con mis tres amigas: Julieta la menor, Cecilia la del medio y Romina la mayor, todas entre los 18 y los 25 años. Nos organizábamos para ir a bailar, nos vestíamos (a mi me gustaba mucho disfrazarme) y después nos íbamos al boliche. Cerraba la puerta de la casa (mi habitación) con unas llaves de juguete y me metía en el baño. El baño representaba el ascensor, con encender la luz ya se ponía en funcionamiento y nos llevaba a la planta baja de nuestro edificio.
En el living de mi casa (real) teníamos un equipo de música muy lindo, con un tocadiscos y casetera, siempre me gustaba poner un disco de pasta con música disco ochentosa, apagaba las luces y bailaba en el balcón, obviamente me reía con las chicas y tomábamos tragos (atención: el vaso contenía agua mineral, aclaro por las dudas, todo es producto de la imaginación), en fin, nos divertíamos mucho. Esa misma noche, en el boliche nos encontramos con el que era mi novio (les debo el nombre, pero su profesión era la de Escribano Público) y con Yuyo, una piba que no soportaba mucho pero era del grupo (siempre tenemos alguien en el grupo que no soportamos pero lo queremos igual). Creo que en mi mente, Yuyo me quería robar el novio, y por eso no la toleraba demasiado. Fue una linda noche (a veces paraba el juego y volvía a la realidad, para ir al baño, para comer algo, para hacer de hija “sana” que juega con su Barbie, etc.), así que ya cansados nos fuimos caminando a casa. Pero la desgracia llegó, en un descuido un auto atropelló a Yuyo y la mató (es todo ficción chicos, no se asusten). Creo que las ganas de que Yuyo desapareciera de la historia eran inmensas, así que la saqué fácilmente del medio. Esa noche nos quedamos en silencio en el balcón (que representaba el cementerio, la calle, el boliche, el hall del edificio, etc.). En una de las macetas, puse una flor de plástico que teníamos como adorno en casa y la velamos. Me vestí de negro y me puse gafas oscuras, igual de fondo seguía sonando la música disco, todo esto sucedió en una hora de juego, había que acelerar los trámites porque ya estaba la cena.
Así que tuvimos un funeral, cada uno dijo palabras en su memoria (yo hacia las voces de cada una de mis amigas, hasta de mi novio), y cuando le tocó el turno de hablar a él confesó que la amaba, así que se pudrió todo, nos terminamos peleando y abandoné el funeral. En realidad, creo que me aburrí y me fui a ver la tele.
El tiempo pasó y seguí compartiendo momentos (ya más reducidos) con mis amigos imaginarios, ya no hacíamos tanto cambio de escenario ni de ropa, me quedaba sentada en la cama o en mi escritorio y conversábamos. Poco a poco, las ganas de charlar eran nulas y todo era silencio, creo que ya había madurado y me interesaban otras cosas.
Igual nunca perdí las ganas de expresarme ni de hablarle a “alguien”, recurrí a un viejo micrófono y a una grabadora portátil y armé mi primer programa de radio, ya no era loco escucharme hablar sola, en mi casa se tranquilizaron. 
Actualmente, tengo algún que otro desliz de amigos imaginarios y suelo preguntar cosas en voz alta y responder también en voz alta. Ya debería ser un tema para tratar con algún profesional capacitado, de todas formas, estoy en un grado que puedo controlar (por ahora). Creo que debería comprarme una mascota para parecer menos loca, pero a veces se me hace inevitable hablarle a la nada. Lo que sí, me hablo a mi misma, no hay más personas ni personajes dando vueltas por la casa.
Así que querido lector, fíjese como con tan poco y sin drogas duras se puede crear un extraordinario mundo imaginario. No les digo que lo hagan todos los días, pero les sugiero que intenten hablar en voz alta y responderse aunque sea una vez por semana. Satisfacción garantizada, o les pago la sesión de terapia.

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