jueves, 18 de septiembre de 2014

#15: "Noche"

Sebastián miró por la ventana. Las luces de la calle avisaban que era medianoche, ya no había testigos ni nadie que lo pudiera escuchar suspirar. La noche era perfecta y podía serlo aún más. Giró la cabeza y vio su cámara fotográfica. Fue ahí cuando lo invadió una sensación de regocijo. Sabía lo que tenía que hacer para que esa noche fuera única. 
Fue entonces cuando tomó el teléfono y la llamó. El sonido de su voz al contestar sólo agregó más belleza a la noche. Por un instante, se olvidaron de quienes eran y para qué habían venido a este mundo, una respiración profunda expresó perfectamente lo que querían decirse.
Quizás el encuentro de la semana pasada lo había dejado inquieto, expectante y con ganas de algo más. Algo que habían hablado hace mucho tiempo, entre risas y anécdotas. La charla telefónica se volvía algo monótona, pero por monótona no me refiero a aburrida, sino que Sebastián no lograba proponerle lo que había pensando esa tarde en el trabajo.
Sebastián trabajaba en sistemas, no le disgustaba su trabajo pero renegaba con no tener el tiempo suficiente para dedicarse a su pasión, la fotografía. Aún se recuerda fotografiando a sus mascotas desde diferentes perspectivas y llevando a revelar esa enorme cantidad de rollos, la emoción de tener las fotos en sus manos era única. Ese era el verdadero Sebastián, el que disfrutaba de las pequeñas cosas y se emocionaba con una fotografía de la ciudad iluminada por luces de neón.
Ella no quería cortar, no entendía de qué se trataba esa sorpresiva llamada a la medianoche, aunque estaba tranquila porque todo aquello que venía de él era perfecto. Antes de colgar, Sebastián respiró profundo y con una emoción que le cortaba la voz la invitó a encontrarse esa misma noche en el lugar donde se habían conocido. Un silencio invadió la conversación y él algo confuso, corroboró si se había cortado la comunicación. De repente, un tímido sí retumbo en todo el cuerpo de Sebastián y la sonrisa volvió a su rostro. Ella aceptó verlo, ella aceptó encontrarse para quién sabe qué, pero se dejó llevar por el sentimiento que flotaba en el aire y que pronto traspasaría su piel.
Había pasado una hora de esa conversación, de ese momento donde todo se conjugó en momento e instante. Esta vez él la esperaba a ella, Sebastián estaba sentado en aquel banquito de madera donde aquella vez sus manos se habían rozaron por primera vez. Muchos recuerdos afloraron de pronto, todos como flashes, mezcla de aromas y palabras. Mientras Sebastián volaba en recuerdos y sensaciones algo lo hizo reincorporar, levantó la vista y la vio venir a ella. Caminaba alborotada, algo apurada pero manteniendo la compostura, llevaba el pelo suelto algo desprolijo, poco maquillaje y una ropa muy informal. Se sonrieron, se saludaron con un escueto beso en la mejilla y luego se abrazaron, se abrazaron fuerte, esa sensación de pertenencia estaba latente entre ellos.
Ella con una mirada curiosa le pidió explicaciones, no entendía la necesidad de verse esa noche y no al día siguiente donde quizás ella podría arreglarse un poco más, maquillarse y estrenarse aquel vestido que había comprado meses atrás en una liquidación. Él le señaló un bolso que había quedado en el banquito, ella sonrió y entendió todo. Sebastián quería compartir su pasión junto a ella. La felicidad estaba simplificada en sus rostros. No había palabras, solo miradas, estaban cerca, más cerca que nunca, tomados de la mano, acariciando el presente y ese momento-instante propio de ellos.
Sabían que iba a ser una larga noche, como todas aquellas noches vividas en sus fantasías, pero esta noche era real. Iba a ser una noche única, fotografiando aquella ciudad que parecía envolverlos para siempre, una noche perfecta enfocando y desenfocando cada centímetro de sus cuerpos, aquellos cuerpos que esperaban el amanecer para despedirse y volver a empezar una vez más.

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